domingo, 12 de octubre de 2008

1.000 Fotos

¿Qué es ese ruido? ¡Ah! ¡Ya es de día! Oigo el ruido de la ducha, debe de ser Julieta. ¡No! ¡Son las ocho y cuarto y tengo que hacer las fotos para fotoperiodismo! Ya no me da tiempo a ir a la primera clase. No pasa nada, así tendré más tiempo para hacer las fotos matutinas con las caras adormiladas de todos los días.
Cojo con ganas la cámara y tiro algunas fotos sin mucha dedicación aquí y allá: por mi cuarto, a través de la ventana, en el baño, el salón… ¡Ah! Ahí está Laura maquillándose. Intento hacerle una foto de esas en las que sale muy guapa posando, pero me cierra la puerta en las narices. Mal intento. Voy a la cocina, Andrés está preparándose el desayuno, no molesto más.
Me ducho con la cámara encima del retrete, con posterior bloqueo por demasiado vapor en la lente. Después de vestirme y, mientras desayuno, aprovecho para sacar unas cuantas fotos a la pila, con los platos sucios de la cena de anoche; la encimera; la basura; el frigorífico…
Salgo de casa y, como no hay ningún vecino con quien pase vergüenza tirando fotos compulsivamente, tiro fotos compulsivamente y a gusto. La cosa cambia cuando, tras recorrer un tramo del camino hacia la universidad, bajo la cuesta del campus. Por si no os habéis dado cuenta, la cuesta significa que hay gente de la uni bajando a clase. Pero hoy tengo un buen día y no me dejo intimidar por sus miradas de: “esa tía que hará”.
El resolillo del amanecer, lejos de molestarme, me va bien para sacar unas cuantas fotos a contra luz y para fotografiar el sol a través de lo olivos. Más adelante, la serpiente que hace el camino me recuerda a las líneas de la composición. Ya en la facultad, saco unas cuantas perspectivas en las que no me había fijado en estos años de “meditación” en la explanada con los de clase.
En los pasillos me encuentro a la gente de mi clase. Me dan la bienvenida tapándose las caras con las manos. Yo no desisto y, en la cafetería intento unas cuantas fotos infraganti. Entro en clase y, un compañero que estaba concentrado en sus apuntes, me mira sorprendido al oír el clic de la cámara. No me atrevo a sacar muchas, aunque el profesor es majo.
El martirio termina con unos cuantos paseos por la facultad y una visita al CTI para ver el correo. Todos son caras extrañadas y me canso de explicar que es un ejercicio de fotoperiodismo. “Es que el profesor está un poco loco”. C Camino de regreso a casa con una de mis compañeras de piso. Decidimos subir por otro lado, así que tengo más cosas para fotografiar. Esta vez, sin tanta vergüenza, casi soy atropellada por pararme en un paso de cebra para sacar mejor el túnel que atravesamos. A salvo en casa, todo es “no por favor, que estoy horrorosa”. Realmente el trabajo del fotógrafo sí que es duro.
Por la tarde tengo el privilegio de tener tiempo para ir al centro. Después de ver la tele y descubrir que la pantalla sale en las fotos, me retoco un poco y salgo para coger el bus en Pío XII. Son las cinco y, aunque estemos entrando en el invierno, la luz sigue siendo muy dura, así que prefiero sacar unas cuantas fotos dentro del autobús. Al llegar a la plaza de Merindades, capto a la gente yendo y viniendo, el tráfico, niños que salen del colegio… Tengo que hacer algunas compras cerca de Carlos III, así que liquido pronto y aprovecho para recorrer las tiendas de ropa de la avenida. Me encanta ir sola y tranquila, mirando los escaparates y la gente paseando. Inspirada por la música de mi IPED y el sol, sigo andando hasta El al Corte Inglés, donde me entretengo un poco más observando las caras concentradas de los clientes de las tiendas de accesorios y bisutería.
La próxima parada es la plaza del Castillo, no sin antes recorrer el Paseo Sarasate y ver los grandes chelos de colores que decoran la calle. También hecho un vistazo los puestos del Día del Libro. Creo que la gente piensa que soy de algún periódico o algo. La plaza está llena de gente y de niños jugando. La luz ya es un poco más suave y las fachadas de los edificios son aún más bonitas. Me adentro por las calles del casco viejo. Disfruto viendo las pequeñas tiendas. Hay de todo, de todos los sabores y colores, para todos los gustos. Como las gominotas de las chucherías. También descubro algunas más de zapatos, ropa, libros… En éste momento la cámara forma parte de mí. Ya es algo natural que enfoque a la gente, a los perros, a los edificios.
Ya es hora de ir a casa y mis pies están pidiendo un descanso. Cojo de nuevo el bus y llego a casa rendida. Todavía me quedan unas tres horas de intenso reportaje. Pero, ¿qué más fotografiar? El ir y venir de unas y otras con platos, viendo la tele, Gran Hermano, por ejemplo. Me asomo a la ventana y los últimos rayos de sol iluminan las copas de los árboles del campus.
Es hora de irse a la cama después de un día intenso, lleno de perspectivas y momentos congelados. El balance ha sido muy positivo y creo que ésta experiencia me ha ayudado a entender y conocer un poco más el mundo del fotógrafo.

2 comentarios:

innersense dijo...

Y las fotos...? Donde están...? Yo quiero verlas...

innersense dijo...

Yo quiero ir a Pamplona y hacer contigo una jornada de fotografía... seguro que es apasionante... sigo queriendo ver las fotos...! YA!
cgr